domingo, 5 de noviembre de 2023

Homenaje a las Victimas de la Represión Franquista 2/2 (Cierre).

 


Siguiendo lo publicado en el otro artículo, que viendo que puede quedar muy recalcado el anterior, paso a exponer la intervención de José Antonio Calderón Burguillo. Estudiante de Geografía e Historia.


                                El último instante.

Tierra y tiempo; los dos ingredientes necesarios para ocultar y borrar miles de vidas humanas. Personas olvidadas bajo tierra; en cunetas, en tumbas sin nombre, en fosas
comunes en mitad del campo… Familias enteras, marcadas de por vida, estigmatizadas,
señaladas y, en ocasiones, hasta apartadas de la sociedad. Silencio; su única respuesta
durante años y generaciones. Miedo a las posibles consecuencias si alzaban la voz
reclamando sus derechos: saber dónde se encontraba su familiar más cercano para poder
darle el descanso eterno que merecía. Auténticos crímenes sin culpables. Asesinos sin
moral ni remordimiento. Padres, madres, hijos, hijas… No hay distinción en el dedo de
aquellos que aprietan el gatillo. Un arma que escupe la bala que, de un suspiro, acabará
con su existencia en esta tierra. Muchos no saben por qué se encuentran en esa
situación; por qué están ahí, de pie, a oscuras, rodeado de personas que no conocen. No
han hecho nada. Los han sacado de sus casas entre golpes, gritos y encañonados. La
familia llora; “No os preocupéis, será un error”, será lo último que escuchen salir de su
boca. Los han llevado hasta el cementerio; las tapias muestran marcas de Máuser. No
puede ser. La persona de al lado llora, pide clemencia, grita desesperado en un vano
intento de hacerse oír y que, aquellos que portan las armas que les están apuntando, le
hagan caso. Ni se inmutan. Van a cumplir con su cometido, no les tiembla el pulso. En ese
momento, se acuerda de una medallista que lleva colgada al cuello: la agarra con fuerza,
se acuerda de sus hijos. Los ha dejado llorando; ¿Estarán bien? Piensa, mientras las
lágrimas caen por sus mejillas. Las piernas le fallan, se marea y cae al suelo. Alguien
viene a toda prisa, le suelta un golpe en la cara y hace que vuelva a ponerse en pie.
Aquellos instantes parecen eternos. No puede más. Alguien da la orden y, sucesivamente,
una ráfaga cae sobre ellos. Siente dolor, escucha lamentos, el olor a pólvora embriaga él
aire. El frío va invadiendo, poco a poco, su cuerpo. En esos momentos, sigue sin saber
qué ha hecho para merecer eso. Solo espera que su familia esté bien. Cierra los ojos y
abandona una vida que, a veces, puede ser cruel.

Más de 80 años después, aquí nos encontramos, reclamando el derecho que se les privó.
Recuperando sus nombres, sus vidas, sus historias y haciendo realidad su último deseo:
Regresar con sus familiares. Personas cuya existencia ha sido borrada y ocultada durante
más de 8 décadas. Familias enteras han persistido y luchado por recuperar sus restos,
sus nombres, su paradero… Y gracias a la ayuda prestada por compañeros y compañeras,
que llevan a cabo sus propias recopilaciones de datos, esas familias, hoy en día, tienen
un lugar al que poder llevar flores a sus difuntos represaliados. Hijos e hijas han vuelto a
ver a sus padres y madres, hermanos que se han vuelto a reunir… Y, en todos esos casos,
el actor principal es el mismo: las lágrimas. Lágrimas de emoción, lágrimas de
felicidad… Después de toda una vida de ausencia, vuelven a estar unidos. Y, al fin,
descanso; un descanso merecido para ambas partes.

Esto no es un “remover el pasado”; Esto es dignidad, memoria democrática, compromiso
y, sobre todo, empatía. Es reclamar unos derechos justos para todos los afectados por un
episodio tan sombrío de la historia de nuestro país. Es darles voz a aquellos a los que sé
la quitaron de un plumazo. Y, en definitiva, es sentido común. Debemos concienciar,
inculcar ese sentimiento del deber y seguir luchando por estas personas. 80 años no son
nada, aún hay miles de represaliados desaparecidos que esperan su momento para ser
“devueltos a la vida” y estoy seguro de que, poco a poco, juntos y remando en la misma
dirección, lo conseguiremos. Solo entonces seremos una sociedad completa; una
sociedad que ha aprendido de su pasado, que convive de manera estable en su presente
y que trabaja para construir un futuro mejor.

Que contar que no estés sintiendo tú mismo, si terminas de leer este texto, de la intervención de José Antonio Calderón. Creo que sobran los comentarios.
              

Después de esta intervención pasamos a la ofrenda floral, de depositar claves en el monolito de la memoria.

Familiares de Josefa Fernández Ramos. Ante la inscripción de su abuela.


Nuevos nombres de represaliados. Inscritos el 5 de noviembre del 2023


Familiar. De Alonso María del Valle Chacón. Sobrina CONSTANZA GONZÁLEZ MARÍA DEL VALLE Dirigiendo unas palabras al público asistente.





José Pecero Merchán






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